jueves, 12 de septiembre de 2013

Sé a dónde recurrir.

Fueron muchos los días, semanas y años que luché sola con mis debilidades y con el deseo transformar mi vida. La verdad, muchas veces me desanimé pues no veía el progreso. En mi naturaleza estaba el ser dura en mi relación con las personas, lo que no es una virtud para una mujer que desea inspirar a otros. Aún así, creí que Dios me había llamado a servir y ministrar. Como me llamó, me llenó del deseo de hacerlo. Así que intenté cambiar. Ser buena gente y amable. Daba mi todo por el todo por controlarme y tener dominio propio.

Aunque en muchos aspectos he mejorado, hay momentos en los que emerge mi verdadera yo. Estoy más que segura de que en esos instantes las personas que me rodean han dicho: "De ninguna manera Dios ha llamado a esta mujer."

Quería creerle a Dios y a lo que Él había puesto en mi corazón, pero en cuanto me ponía a escuchar lo que pensaran los demás, dejaba que esas opiniones me afectaran. También le presté atención al engaño de los malos pensamientos, que me daban inventario fijo y diario de lo incapaz que era. Me recordaba una y otra vez de cuantas veces había fracasado y eso me frustraba grandemente.

"Carolina, Dios te está llamando. Lo único que espera es que abras la puerta." Durante mucho tiempo recibía mensajes de esta índole. También me pasaba que conocía personas en distintos lugares que me daban el mismo mensaje departe de Dios: "Eres una mujer de influencia y tus manos son manos de sanidad."

Cuando sueñas en grande, dudas en grande. No tomes a mal esta oración. Durante mucho tiempo me di con la dura realidad de que la duda se había convertido en mi pan de cada día. Recurría a ella para todo: desde la ropa que me pondría en el día, lo que iba a comer, si estudiaba o no, de las personas que me rodeaban, de la iglesia, hasta de Dios. Dudé que el llamado y la promesa de Dios no era algo posible en mi vida.

Me convertí en una persona dudosa. Veía que sembraba y que no cosechaba, por que todo lo sembré con duda. La duda estructurada me llevó al doble ánimo. Me convertí en una persona inconstante en todos mis caminos. Hasta que una mañana me senté a analizar a dónde recurría en mis buenos y malos momentos. Me di cuenta que mi peor enemigo eran mis pensamientos. Constantemente me repetía las siguientes frases:

Soy insegura
Soy inestable
Soy una cobarde pues emprendo nada y lo que emprendo no lo termino.
Me he abandonado
Soy inconstante
Soy indecisa
No confio en nadie
Vivo sospechando de todos
No creo que Dios hará lo que dijo

No necesitaba que los demás me dijeran lo que no podía hacer si yo misma me lo decía CONSTANTEMENTE. Como dije anteriormente, parte de estos pensamientos equivocados estaban arraigados a mi crianza y a las decisiones que había tomado en mi juventud. En cuanto al divorcio de mis padres, ese es otro blog.

Busqué ayuda. No es lo mismo que te lleven por qué necesitas ayuda a que tu misma digas: "Necesito buscar ayuda." El diagnóstico fue severo pero el resultado valió la pena.

Aprendí que mi condición era real. Decidí amarme, valorarme y respetarme tal cual era. Emprendí un proceso de sanidad el cual me llevó a tratar directamente con la raíz del problema y cambié mi mente con la ayuda de Dios. Ahora cosecho por que cuando siembro, siembro confiada de que mis buenos actos tendrán buenas recompensas. Ya no soy insegura, ahora soy una mujer segura y maravillosa. Ya no soy inestable, ahora soy una mujer estable y esforzada. Ya no soy una cobarde, ahora soy una mujer valiente que vive para ayudar al prójimo. Ya no me abandono, ahora me amo tal cual soy. Ya no soy inconstante, ahora soy realista. Ya no soy indecisa, ahora tengo carácter y autoridad. Ya no soy desconfiada, ahora amo y confío en las personas. Ya no sospecho de los demás, por qué sé que es Dios quién me cuida. Ahora creo que lo que Dios dijo que iba a hacer, Él hará.

Fueron muchos los años en los que me sentía como una buena para nada. Navegando en dos aguas. Un día sintiéndome bien, otro día sintiéndome mal. Hoy le doy gracias a Dios por que siempre lo tuve a Él como lugar seguro a donde recurrir. En aquella oscuridad no veía los momentos en los que Jesús tocó mi puerta para acompañarme. Pero hoy estoy segura de que si vivo una vida plena y en abundancia es por que hace más de 2,000 años Él dio su vida en sacrifico para el perdón de nuestros pecados y que derramó su sangre santa y preciosa para sanar nuestros cuerpos, mentes, almas, espíritus y corazones.



Me gusta compartir parte de mis experiencias porque así como hay personas que me han escrito diciendo que el mensaje llegó a tiempo, sé que deben haber otras por las cuales muevo mi mente, corazón y dedos a redactar lo que un día fue. Hay esperanza. Las cosas pueden cambiar. Ese siempre será el objetivo de cada entrada.

Acepto que aun navego en pensamientos que me llevan en múltiples ocasiones a creerle a la duda, pero no como antes. Cuando la duda me toca la puerta ya sé a quién recurrir.

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